Editorial

21/enero/2020

 

Desde el cierre de Luz y Fuerza del Centro hace diez años, al desaparecer quien daba vida al contrato colectivo de trabajo, frente al espaldarazo de la Suprema Corte al no reconocer a la CFE como patrón sustituto y, al emprender las negociaciones entre el dirigente del SME y la secretaría de Gobernación en la administración de Enrique Peña Nieto, se consumó de forma paralela la toma del poder perpetuo dentro de una de los sindicatos que tenía una historia democrática, quizás uno de los pocos donde el voto tenía un valor tangible para poner y quitar dirigentes de manera transparente.

Junto con el golpe bajo a 44 mil trabajadores hace una década, se atestó un golpe contra la resistencia: el líder del SME negoció la figura de rentas vitalicias, una suerte de jubilación para los trabajadores en resistencia -que no se liquidaron- y que cumplían con todos los requisitos que establecía el propio contrato colectivo, la figura parecía justa hasta que se reveló el listado de beneficiarios —por una entidad de transparencia, no por el SME— donde gente cercana al líder sindical se hizo acreedora a rentas por encima de lo que les correspondía salarialmente, es decir, una transa desmedida que habla del autoritarismo cuando se juega con los derechos de los agremiados, y que pasa en todos los sindicatos con “preferidos” a los que les pagan sueldos altos por trabajo pobre, y algunos hasta fueron aviadores por años, como los comisionados del SNTE que se suman por miles.

Los ex trabajadores de Luz y Fuerza del Centro sufrieron dos golpes, el primero del ex presidente Calderón de la mano de Javier Lozano y Fernando Gómez Mont al extinguir Luz y Fuerza del Centro y, después, por parte de Martín Esparza y su grupo político al tomar por asalto al SME de forma vitalicia, con elecciones simuladas que pretenden legitimar su estancia permanente al frente de este sindicato.

Así la situación de ese sindicato que mostró vanguardia durante el Siglo XX, así la corrupción que hoy no cesa en éstos y continúa en diversas esferas que se resisten a cambiar en serio a un sindicato democrático, y que obliga a revisar la vida sindical en su realidad tal, no fingida de autonomía y manipulación al unísono que han dado ejemplos de corrupción enorme –con líderes que se mantienen por sexenios y sexenios-, también sin culpables, como el sindicato de Pemex, el mismo SNTE, entre tantos otros.