Las crónicas de un continuo despertar

28/noviembre/2015

Arít León Rodríguez

El cambio climático no es asunto de juego, ni de sorna. Le ha tocado por ejemplo a San Cristóbal de Las Casas con consecuencias visibles en la iglesia principal del zócalo de aquella ciudad y de la pantalla que estaba puesta para que se vieran los partidos del mundial.

Pero claro, seguimos deforestando, y no es de sorprendernos que a lo largo de los últimos años hemos podido observar los impactos del Cambio Climático. No sólo sobre el clima, sino también sobre el Medio Ambiente y el ser humano, vivimos la alteración radical y brusca de los equilibrios medioambientales entre el hombre y la naturaleza, y sus consecuencias pueden ser nefastas sino se llevan a cabo medidas conjuntas y efectivas, tanto que hasta los pinos que en la carretera vieja recibían a los visitantes, han mermado en cantidad para tristeza de todos.

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Hace un par de días volví a hallarme ante el inminente cuestionamiento de porqué el acoso es un asunto que conflictúa tanto a una persona -en este caso, hombres también son sujetos de acoso de mujeres y otros varones- al punto de quebrantar su psiqué.

Situación por la cual remito, a modo de exposición: El acoso u hostigamiento sexual hacia mi persona, ¿Qué ha generado en mí?

Y me quede fría. Muchas emociones salieron a flote. Indignación, frustración, ira.

Dolor ante recuerdos que me hicieron sentir “sucia” durante años, porque entre algunas cosas, era tan solo una niña y realmente esa situación me mantuvo sintiéndome con cargas existenciales durante mucho tiempo, que no alcanzaba a externar.

La realidad es que, hasta antes de ejercer a cabalidad mi derecho de como ciudadana exigir, si fui vulnerada. En las calles de mi colonia, en el parque, en el cine, en muchos lugares donde sentía hasta temor de acercarme porque alguien pudiera agredirme. Alguna vez increpé a mis hostigadores, recibiendo risas nerviosas y una sarta de comentarios en los cuales aseguraban que eso, a mi me encantaba.

El acoso no es por ser estereotípicamente agraciadas o no. Es un asunto de violencia verbal, dominio sobre la víctima, asechanza y dominación, es una situación que deja cicatrices, traumas y rencores.

Realmente vulnera a la mujer o varían que lo sufre, amputándole la existencia plena que tiene derecho a vivir y tachándola de irreverente por exigir su derecho a ser respetada.

Este 29 de noviembre la marcha de las putas a realizarse a las 5 de la tarde saliendo del parque -no de las prostitutas, no de las sexoservidoras- emula sardónicamente el hecho de que queremos que se nos respete, que aunque llevemos un short, un vestido, un traje de baño, las palabras se queden dentro de la boca de quien cree merecemos recibirlas, que el exigir ese respeto nos ha hecho recibir criticas y ofensas peores que las que el agresor merece, y que nos tiene sin cuidado.

Esa palabra no tiene poder, porque se lo estamos quitando y usando como una burlona bandera para expresar que caídas y masacradas, seguimos levantándonos, abriendo camino a las que vendrán.