Las crónicas de un continuo despertar

25/noviembre/2015

Arít León Rodríguez

Minerva, María Teresa y Patria Mirabal eran tres hermanas que durante los años cincuenta fueron importantes opositoras al régimen dictatorial de Leónidas Trujillo en República Dominicana. Por este motivo fueron encarceladas varias veces, violadas y torturadas. A pesar de ello continuaron su lucha.

El 18 de mayo de 1960 las hermanas Minerva y María Teresa fueron juzgadas en Santo Domingo junto a sus esposos, “por atentar contra la seguridad del Estado dominicano” y condenadas a prisión. Sin embargo, el 9 de agosto el dictador decidió poner en libertad a las mujeres, dejando a sus compañeros en la cárcel.

El 25 de noviembre, cuando volvían de visitar a sus esposos en la cárcel Minerva, María Teresa y su hermana Patria, que las había acompañado, fueron interceptadas en la ruta. Un Escuadrón de la Muerte del Servicio de Inteligencia Militar las obligó a subirse a un vehículo en el cual fueron trasladadas hacia una casa en la localidad de La Cumbre. Allí fueron asesinadas y luego sus cuerpos golpeados para simular un accidente automovilístico.

Los culpables fueron encarcelados, pero por un tiempo solamente y los dejaron escapar.

Nunca más pagaron por su crimen, ¿novedad?

En la década de los 70s grupos de mujeres feministas y organismos no gubernamentales comienzan a hacer visible el problema de la violencia contra las mujeres y lo incorporan en la agenda pública.

En 1981 durante el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, realizado en Bogotá, Colombia, las mujeres asistentes decidieron conmemorar el 25 de noviembre como el Día Internacional por la No Violencia contra las Mujeres, recordando el brutal asesinato que en 1960 sufrieron las hermanas Mirabal.

Hoy se conmemora su muerte y se exige a su vez, que esos trujillitos domésticos tengan sanciones definitivas cuando consideran que una mujer es un objeto, un ser que puede ser vulnerado por discrepar ó intentar hacer su vida de manera independiente.

La violencia existe y nos golpea diariamente, una mujer de cada cinco será víctima de violación o de intento de violación a lo largo de su vida y pocas personas son las que levantan la voz exigiendo justicia.

Como le paso hace un par de días a la reportera Melissa Díaz quien fue agredida por elementos policiacos, mientras cubría la evaluación docente.

Estando in situ, realizando entrevistas, ocho policías la rodearon -obviamente con la intención de intimidarle- y le arrebataron el celular, estrellándolo contra el suelo, expresándose de manera agresiva y ofendiéndola, con total sevicia, tratando de hacer que se retirara del lugar y no realizara su trabajo, porque “tenían ordenes”. Pese a realizar su denuncia, el eco de su acusación no llega a ningún lugar, y no es solamente porque sea periodista y sea la profesión más riesgosa del país -especialmente en Veracruz- ó porque sea mujer, si no porque como mujer periodista, es aun más invisible y vulnerable que otro cualquiera.

Como tal la violencia contra las mujeres en México es una muestra palpable del altísimo nivel de discriminación y de la falta de oportunidades, así como la falta de penas que la sancionen de manera convincente.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 63 de cada cien mujeres mexicanas mayores de 15 años “ha padecido algún incidente de violencia, ya sea por parte de su pareja o de cualquier otra u otras personas”.

Incidentes que terminan vidas.