Editorial

26/noviembre/2015

Más por parte de quienes quieren verlo que porque lo hayan anunciado, los senadores por Chiapas ya fueron exhibidos como aspirantes a la gubernatura estatal, acompañados de una serie de críticas en las redes sociales, en dónde dieron cuenta de sus políticas y posicionamientos, supuestos nexos y hasta intentos de precampañas a “estas alturas del partido”.

Así que por unos días volvimos a leer y observar en medios impresos y electrónicos, la lluvia de denostaciones que conocimos en las pasadas contiendas federales intermedias, y en las estatales en Chiapas.

De vez en vez comprende la imagen de algún político o funcionario, al que atenúan si es que se estaba indisciplinado, y comprende todo tipo de géneros.

Esos ataques no son espontáneos: son tan evidentes que llaman más la atención por el origen de los mismos que por las supuestas culpas o corrupciones de los exhibidos. Lo curioso es que como inician desaparecen, no generan más controversia cuando las acusaciones lo merecieran.

Que por sueldos, que por contratos, que por intenciones políticas teniendo cargo, cuando sueldos y contratos no se deciden en las dependencias, sino que son asignados mediante un tabulador oficial, siendo otra cosa la nómina confidencial y los recomendados, que de siempre pasan.

Pero pedirle a un político que no haga política, es un absurdo.

Pero así estamos en medio de chismes políticos, diferencias entre grupos, y hasta verdaderos caprichos, que no le dan calidad a la política.

Una política sin calidad no es evolutiva, y tampoco propositiva: su pasividad alerta sobre el que nadie se mueve y el que lo hace, merece reprimenda y exhibida. Los medios para ello son varios, y la verdad no sirven para nada, a lo mejor para el divertimento de los asiduos a las redes sociales.