Tubo de ensayo

6/octubre/2015

René Delios

Y los priistas –disciplinados e indignados- ya se dan hasta en las redes sociales, exigiendo una dirigencia estructurada desde abajo.

Lejos están aquellos comités de acera, manzana, colonia y seccionales que eran su base popular, su voto duro: “las células del partido”.

La llegada de los tecnócratas terminó con el trabajo político de base, y aquello de “el pueblo es la fuerza del partido” pasó de moda política y más cuando surgió la corriente crítica, encabezada por Cuauhtémoc  Cárdenas, Efigenia Martínez, Porfirio Muñoz Ledo. La súper estructura, es decir “los cuadros distinguidos del partido”, cerraron filas con el exiguo presidencialismo; los priistas de la base que buscaban crecer en el partido, fueron objeto de todo escrutinio, y más cuando, luego de la expulsión de Cuauhtémoc y demás los mencionados que incluyó a Francisco Valero y otros más por todo el territorio nacional, éstos dieron forma a la coalición de izquierdas que por poco se lleva la presidencia en 1988, en algo que aún debe aclarar el hoy petista Manuel Bartlett Díaz, en ese entonces el connotado priista secretario de gobernación de la madrista, al que se le “cayó el sistema”.

El priismo se volvió cupular y la nueva generación de políticos fue de alta escuela, de los egresados de Harvard, Oxford, La Sorbona, Compostela, uno que otro prietito de la UNAM, y total que la tecnocracia inundó al priismo y ya no fue posible detener su debacle con gente si bien preparada en el conocimiento, no en el desarrollo social, pues el engendro era el mismo: corrupto y lerdo, cuyas secuelas aun vivimos hoy por décadas de saqueo.

Y eso no es privativo del CEN tricolor; se repite fielmente en cada entidad incluyendo la nuestra, con esos rescoldos apuntalados del institucionalismo a ultranza, que observa un priismo adolorido, pero disciplinado, y de vez en vez se escucha una que otra voz a la que, le contestan con calma y si guarda silencio, se la reconocen aun  haya vociferado.

La disciplina es la fuerza del partido. Y es que quien la rompe, se exhibe; lo exhiben de inmediato como sucedió ayer con Armando Cortez Rueda.

Sin embargo se observó que la idea de estos priístas es que desean volver a recuperar la hegemonía y presencia política de su partido. Ya la han pensado y es la misma meta: desde los cuadros seccionales, los que fueron olvidados dejando líderes mercenarios que se fueron acomodando al mejor postor según las siglas que dirigieran los destinos municipales; entonces la idea puede ser volver al trabajo político de base, a las “células del partido”.

¿Pero es esa la vía?

Para empezar una cobertura desde ahí sería costosa y no hay tu financiamiento para ello.

Por eso hay los que se oponen a ese trabajo desgastante cuanto caro; el trabajo político en efecto debe contar primero en la dirigencia estatal, con un líder de prosapia, no un pobre político recomendado; alguien con la suficiente presencia ante el poder verde para que pueda ser tratado con respeto.

Obvio es que los llamados “cuadros distinguidos” tendrán que dejar atrás su tráfico de influencias y en la estructura estatal, la corrupción política que lo entume.

O sea que está difícil.

Y hablamos de un siglo XX de esa práctica que los llevó a dos sexenios –ya en el XXI- en la lona y aún con eso, se volvieron a ver las mismas mañas en éstas federales intermedias, incluyendo el institucionalismo a ultranza, esa disciplina casi ignominiosa al que gobierna, aun sea de otro partido.

Desde luego que no se ve bien, al menos para los priistas desplazados de “los huesos” a roer, porque salvo la LXVI no hay más con chamorro.

Así que de a muertito, mientras tanto, se presentan las condiciones “en el partido”, como se le llamaba antes.