Morgana y su lucha por el sueño de ser mujer

30/marzo/2015

La nota de Eugenia Coppel en milenio.com me seduce desde la primera frase. Me cautivan los personajes. Una cantante de ópera mexicana, transexual, que quiere operarse para ser mujer y un cineasta argentino que busca una buena historia para su ópera prima y la encuentra en una cantina oscura del Centro de la Ciudad de México a la que se entraba con un password.

“Ahí estaba Morgana, cantando una ópera en alemán antiguo”, dice Flavio Florencio. “Quedé fascinado. Me contó que se había inscrito en un concurso de belleza en Tailandia porque necesitaba 9 mil 500 dólares para cambiar de sexo. El premio era de 10 mil dólares y en Tailandia estaban los mejores cirujanos”. Flavio no lo pensó, le dijo que quería irse con ella y contar su historia.

“No quería hacer un documental antropológico”, dice, “quería una historia humana, universal. Muy íntima, muy pura”.

Morgana tenía las cosas claras desde muy joven, cuando aún  se llamaba Saúl y quería ser cantante. Como sus padres le exigieron estudiar una carrera, mató dos pájaros de un tiro y se inscribió en el Conservatorio.

“Yo era contratenor, la voz más aguda para un hombre. Empecé cantando barroco. Y, mientras me formaba profesionalmente, me fui percatando de lo que necesitaba para ser feliz y me fui transformando (…) Cuando salí del Conservatorio, era otra persona”.

Flavio y Morgana vuelan a Bangkok.  La primera impresión de ella es que los tailandeses son los seres más risueños del mundo. Nunca ha salido de México, pero habla buen inglés y es poderosamente empática. Flavio la retrata con sutileza y humor: Morgana al llegar emocionada a su hotel. Morgana al ponerse la banda de México. Morgana maquillándose, peinándose, posando para fotos, ensayando los desfiles, compartiendo con sus compañeras transexuales de todo el mundo, anécdotas de cuanta hojalateada se han dado para ser más bellas. Morgana recorriendo las calles de Bangkok con su amiga, la ruda venezolana que no tiene bronca con su pene. Y la experiencia es absolutamente festiva.

En el concurso, Morgana sorprende con una versión en ópera de la nada sorprendente “Bésame mucho”. Es alta y delgada, con manos finas y un rostro anguloso. De las pocas concursantes que no se ha operado la nariz. Tiene una voz hermosa y sangre en las venas, pero al final, la concursante filipina le arrebata el título y, de paso, el dinero para su operación.

“Me deprimí mucho”, relata Morgana. Y así lo registró Flavio, con lágrimas en close-up.

Pero para entonces, la prioridad de ella se había convertido también en la de él. “Teníamos que operarnos”, evoca Flavio, así en plural.

Lo cierto es que él ya había contactado a los mejores cirujanos de Bangkok. Uno de ellos, el doctor Preecha, resultó ser amante de la ópera y de inmediato se involucró en el caso de Morgana. La entrevistó, la encontró apta para la cirugía y la operó sin cobrar nada.

Al despertar, era lo que siempre había querido ser, una mujer.

“Por fin obtuve la paz ansiada. Ahora podré enfocarme en lo mío, que es el canto, sin tener distracciones tan grandes como esa”, dice, señalando elegantemente hacia donde, hasta hace poco, había un incómodo pene.

Le pregunto qué sigue para ella y me dice que grabar un disco: ¿Ópera?

“No, algo más ligero. Quizá soul”, responde.

Para Flavio hay algo de causa. “La película viene a plantar una semilla más en un tema que era un gran tabú y que ahora se va abriendo”. Y cuando le pido que la defina, lo hace con sencillez. “Es la historia de cada uno de nosotros en la búsqueda de convertirnos en las personas que deseamos ser”.

Morgana y Flavio desbordan alegría. Hace un par de semanas presentaron Made in Bangkok, en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, y obtuvieron el reconocimiento Guerreros de la prensa al mejor documental. Y la verdad es que la película es una joya. Ella se abrió a su director con una honestidad estremecedora y él le correspondió retratándola con una fresca y refinada sabiduría. Los dos saben que su trabajo es de esos que abren caminos y por eso sonríen. Como los tailandeses.