Editorial

31/marzo/2015

La búsqueda de personajes de la farándula y el deporte hace creer a los electores que la clase política vigente puede estar padeciendo una decadencia, no solo operativa sino también de trabajo político con las bases.

¿No hay gente que se proyecte en busca de posiciones de representación popular, que desde abajo pueda representar a los ciudadanos, que, se busca a éste tipo de personajes para atraer a los electores?

No se espera que Cuauhtémoc Blanco sea buen alcalde, como Carmen Salinas buena diputada, y así, se puede abrir el abanico con la llegada de Sabrina –que es extranjera- como embajadora de la comunidad lésbico gay del PRI, como si no hubiera mexicanas  que pudieran representar ese papel por dicha comuna priista del país.

Lo destacable es que tras esta cortina de humo, el PRI abre espacios de participación a éste sector, vía una mujer, famosa por el incremento del volumen de sus senos.

Pero así está la calidad de la política en México, en dónde los ideólogos ya no son la parte fundamental de los partidos, sino los personajes que den votos, como sea, con la intención de ganar los espacios, aún esos personajes no sean de ninguna utilidad discursiva en las altas tribunas de la nación.

La realidad es que no deja de sorprender a la opinión pública que estos personajes lleguen sin problemas a espacios que, a miles, les cuesta años de trabajo político; a ellos se los ofrecen sin más, y son deportistas, artistas, algunos intelectuales, que más que la verdad han tenido poco rose con las causas populares, y solo las conocen en mención en los diarios nacionales y en su caso locales.

No hay en ellos la suficiente experiencia, pero se observa la suficiencia, la idea de que la política es fácil, y desde luego, degradada, desvencijada, esos partidos quieren votos, como sea, sin importar el hecho de que lesionen el trabajo de miles que se la han rifado por años en sus estructuras políticas.

Fueron desplazados nuevamente por la llamada ingeniería electoral de los partidos, porque éste fenómeno sucede incluso en las nuevas siglas partidistas que buscan registro definitivo.

Nadie sabe si eso les será contraproducente hasta que se den los resultados del cómputo.