¿Cómo funciona el cerebro de una persona enamorada?

27/marzo/2015

imagenes-de-amor-pareja-de-enamorados-en-la-cama-con-rosa-roja-san-valentinParte 1

De la misma forma que nadie sabe exactamente qué es el amor, no se conoce a ciencia cierta por qué el día de San Valentín pertenece a los enamorados. Una de las suposiciones más extendidas es esta: San Valentín era un sacerdote romano allá por el año 200, época en la que el emperador decidió prohibir los matrimonios de los más jóvenes bajo la idea de que el casamiento debilitaba a los soldados. Sin embargo, reacio a la medida, San Valentín celebraba matrimonios a escondidas entre aquellos que se lo solicitaban. Ese papel de casadero le consagró como patrón del amor (y también le supuso morir martirizado). Pero esa es una leyenda más entre otras tantas que han querido explicarlo. De un modo parecido, quien más quien menos ha intentado dilucidar qué es el amor, qué ocurre cuando sucede. Y la ciencia no es ajena a ese interés. Asumiendo que todo sentimiento tiene un correlato físico (el corazón no se acelera si un mensajero químico no “le dice” que lo haga), numerosos científicos han dirigido últimamente sus investigaciones para definir qué es lo que acontece en el cerebro cuando alguien se enamora. En un intento de ganar terreno a las leyendas, estas son las cosas, más o menos insólitas, que el amor parece hacer con su mente.

Crea adicción

De entre las áreas cerebrales estimuladas por el amor, unas destacan sobremanera: son las que conforman el circuito de recompensa. Entre ellas, se impone el llamado núcleo accumbens, una pequeña zona situada unos centímetros detrás de sus ojos, muy sensible a la dopamina —neurotransmisor que aumenta con el enamoramiento— y al que se conoce, popularmente, como elcentro del placer. Es el que se activa especialmente cuando recibimos un premio, cuando tenemos sed y bebemos agua o cuando consumimos prácticamente cualquier tipo de droga. De hecho, el circuito de recompensa es también el circuito de la adicción, de ahí el carácter adictivo de las primeras fases del amor. “El aumento de dopamina es muy grande al principio de las relaciones”, comenta Larry Young, investigador de la neurociencia del comportamiento en la Universidad de Emory, en Atlanta, y autor del libro Química entre nosotros. Amor, sexo y la ciencia de la atracción. “De hecho, hemos visto que los ratones que pierden a su compañero se deprimen de una forma muy parecida a como lo hace un adicto al que se le retira la cocaína o la heroína”, añade. Pero no solo eso: el aumento de dopamina corre en paralelo a la disminución central de otro neurotransmisor, la serotonina, y esta merma sucede también en los trastornos obsesivos, de cuyos rasgos principales el amor no está demasiado lejos.

El enamoramiento no es una enfermedad, pero cerebralmente y desde lejos lo puede parecer.

Nos remite a la familia, queramos o no

La oxitocina y la vasopresina son dos pequeñas hormonas cuya máxima producción tiene lugar en momentos aparentemente lejanos al enamoramiento: en el parto y durante la lactancia (a medida que el bebé succiona del pezón). Entre sus muchas funciones están la de fortalecer el vínculo entre la madre y el hijo. Y de ello se aprovecha también el amor (romántico). En el enamoramiento parece aumentar la producción de oxitocina y vasopresina, contribuyendo así a robustecer el nexo. Esto tiene sentido desde un punto de vista evolutivo: se gasta un tiempo y una energía considerables en encontrar a una pareja idónea. Una vez conseguida, el lazo debe reforzarse para tratar de garantizar que ambos cuidarán de la posible descendencia. Así es al menos como la naturaleza tiende a “pensar”.

Nubla el juicio y la razón

Para identificar las zonas del cerebro que se activan en el enamoramiento, los científicos suelen usar lo que se conoce como ‘resonancia magnética funcional’. Esta técnica capta la mayor o menor llegada de oxígeno a cada área, un sinónimo de la demanda que la actividad crea. Aunque es un procedimiento un tanto problemático (procure no sacar mensajes de un solo estudio), varios trabajos han llegado a conclusiones parecidas. Así fue como se vio que, durante el enamoramiento, el circuito de recompensa trabaja con especial fervor, y que lo la corteza prefrontal parece “apagarse”. Esta última es el área del cerebro más propiamente humana, la responsable fundamental de nuestra capacidad de razonar y emitir juicios elaborados. Las consecuencias son evidentes: el amor nubla, al menos sobre la persona amada, la capacidad crítica. Eso explicaría la creencia de que “el amor es ciego”, o incluso la sentencia de Ortega y Gasset, que lo definió como “un estado de imbecilidad transitorio”. Pero obedece a una razón: aumenta las posibilidades de unión. O, resumido con antelación por Nietzsche, “siempre hay algo de locura en el amor, pero siempre hay algo de razón en la locura.”