Tubo de ensayo

4/octubre/2018

René delios

 

¡Qué Pena con la intolerancia!

 

De la misma manera en que, México no se resuelve en un sexenio, tampoco se acaba.

 

Pero de eso a pensar que será en éste sexenio que viene en el que México resuelva los rezagos, flagelos, pendientes y miserias tanto acumuladas como multitudinarias en casi un siglo de gobiernos fallidos, es desproporcionar el optimismo.

 

Ya ni se diga para la cuestión estatal, verdadero problema de orden social, grave y latente, desigual e injusto, pues hasta la federación se ha servido de Chiapas y nada más no es equitativa, correspondiente: tanta energía de beneficio directo, por décadas y se vive en rezago social más alto de la nación.

 

Para colmo, de adentro, el cáncer, los malos elementos o peores chiapanecos que, se han servido de puestos y partidos para medrar de los dineros y programas del estado, perros como perros, me cae, que aun con esa traición, no dudan en desgarrarse las vestiduras por “su entidad” cuando, viven del robo, permanecen en el robo, y los hay bastantes que viven de las rentas de ese robo a Chiapas.

 

Y todavía se les ve royendo hueso, en las presidencias municipales, en las curules del congreso, en cargos públicos, en carteras partidistas y desde luego, en la representación federal, dignos, idóneos, rapaces.

 

Me regreso: la nación debe estar más allá de los nombres y las siglas, mis aldeanos, y pues hay que pensar en proyectos de impacto, pero igual en los de mediano y largo plazos, que son los que consolidan a la nación, por decir así, la llamada refinería en Tabasco, el tren del Sureste, la reforestación de ésta u otras entidades en el sureste mexicano.

 

La rentabilidad de la refinería, la utilidad del turismo desde Palenque a Cancún o los beneficios de sembrar árboles en la calidad del aire y el agua, a parte de detener la erosión, es desarrollo.

 

Se llama trabajo integral.

 

Eso es diferente a darle varo a los pobres, a los estudiantes, a las madres solteras, a no sé quiénes más, pues aparte de los federales están, en cada estado, los programas locales, como eso de salario rosa, cuyos criterios administrativos –es a fondo perdido- no están muy claros y permite tranza y media.

 

Y a lo descarado.

 

El asistencialismo, como lo son los próspera y demás vainas, son efectistas y ya.

 

Ahora –se dice- ya no va a ver intermediarismo, pues la cosa va ser directa con los interesados, buscando pulverizar o más bien evitar al viejo clientelismo originado desde las instancias públicas –allá por los setentas y ochentas del siglo XX-, obvio a través de programas sociales que se entregaban directamente a organizaciones de todo tipo, cuyos líderes eran los que -previa tajada al patrimonio de sus representados-, repartían la paga, los enseres, los beneficios de todo, que se desperdiciaron por sexenios en éste país saqueado.

 

La verdad qué bien que deslicen a los líderes, y si se puede acabar con el sindicalismo corrupto, mejor, y más en aquellos en que los dirigentes se reeligen interminablemente, estableciendo un vicio inevitable de tráfico de influencias y uso arbitrario del patrimonio como sucede con el sindicato petrolero.

 

Y como son “autónomos”, no pueden auditarlos, aún reciban en parte, dinero público y por otro lado, el varo de sus agremiados.

 

Pero esa es otra historia.

 

La histeria es que, se alteran aquellos a los que se les precisa que, no va a ser en el siguiente sexenio cuando, los problemas de México, se eliminen o al menos, se combatan con eficiencia con índices de solución a mediano paso.

 

No podemos aceptar el triunfalismo como nuevo sinónimo de la demagogia y menos, dejar de contemplar al continuismo de los buenos programas –aun sean del presidente anterior- como una buena determinación en favor del país.

 

Porque son presidentes –o en su caso gobernador- del país, de un  territorio, y cuyos habitantes han crecido o mejorado en su calidad de vida con determinado proyecto.

 

De pronto llega otro wey y lo interrumpe para que no le haga sombra, y como esas ha habido en ésta nación programa nuevo por presidente, y en su caso, se le medio pinta algo al anterior y se le da otro nombre.

 

Y truenan la continuidad y viabilidad de los alcances.

 

¿Qué programa fue bueno en el sexenio?

 

Obvio los más dicen que ninguno, que lo priista apesta, y así, en Tabasco dicen eso del perredismo, que es gobierno; acá del verde ya en franca descomposición, y en Veracruz del PAN del Yunes fracasado.

 

Pero la realidad es que no puede ser: algo debe haber funcionado en el sexenio, en cada estado, y eso debería quedarse tal cual en aras de empezar con la continuidad que es ya, obligatoria.