Editorial

7/junio/2019

 

La presión de Donald Trump para que México realice un cerco migratorio desde la Frontera Sur del país, y eso comprende a Chiapas, son más que evidentes, como también lo es la respuesta de México en Tijuana, el punto de paso se supone de mayor incidencia hacia esa nación al norte.

La realidad también es que el mandatario gringo actúa como si no tuviera su nación cierta responsabilidad en lo que está sucediendo, con ese flujo que ahora sataniza y culpa de la violencia en el sur de esa nación vecina, aprovechando de todo para ganar imagen con vista a su posible reelección.

La historia de cada uno de los países en América Central, refleja claro que sucedió: dictaduras militares, saqueos, imposición de presidentes por la United Fruit Company, abusos y guerrillas son coincidencias reales en naciones como Honduras, El Salvador y Guatemala, los más afectados y que son las que representan el problema migratorio hacia los Estados Unidos pasando por nuestro territorio.

¿Por dónde más?

Se sabe pero al parecer ya no fructificó, que tanto el presidente Trump como el presidente López Obrador han hablado sobre un desarrollo regional para que la gente tenga empleos y bienestar y evite migrar por necesidad, en lo que se conoce como “Triángulo norte”, que comprende las tres naciones centroamericanas descritas.

En la práctica la cosa va para atrás: es claro que Trump por algo no quiere invertir en ese “Triangulo norte”.

Claro que nada obliga ni a México a invertir en otro país para desarrollarlo, pero en éstos casos se debe observar las variables históricas, sobre todo en el caso de los Estados Unidos con las múltiples intervenciones —oficiales y no oficiales— que mantuvo por décadas en esas naciones, violando sus leyes, derechos humanos, lavándose las manos con que fue una dictadura no ellos.

El punto es que si hubiera buena fe, Trump actuaría de otra forma.

Lamentablemente no la hay: personalista, quiere su reelección, no el buen juicio de la historia.