Chiapanecas Crean Popotes Biodegradables

25/mayo/2017

Sofía y Mariana con 15 años de edad desarrollaron bioplásticos y participaron en un concurso junto a estudiantes de 62 países y ganaron el cuarto lugar en el International Sustainable World – Energy, Engineering, Environment Project Olympiad (Isweep) en Houston, Texas
México.- Un popote de plástico tarda hasta 150 años en degradarse, elemento que utilizamos alrededor de 30 minutos y tiene un alto impacto ambiental negativo. Este dato preocupó a Sofía y Mariana, por lo que decidieron utilizar sus conocimientos en química para hacer algo al respecto.
Así, como un proyecto escolar, a sus 15 años descubrieron la elaboración de bioplásticos, pero se encontraron con que todos estos contenían muchos químicos y seguían dejando una huella ecológica, entonces encontraron una alternativa.
Se llama Plastimango, una alternativa para reducir el uso de plástico y los residuos orgánicos, ya que aprovecha las cáscaras de mango Petacón para crear un material conocido como bioplástico, que incluso es comestible y utilizaron para fabricar popotes biodegradables.
Cabe mencionar que al año, consumimos 200 millones de toneladas de plástico en el plantea, la tercera aplicación del petróleo más usada en todo el mundo, que proviene de una fuente no renovable, es contaminante y no biodegradable.
Ante ello, los bioplásticos surgen como una alternativa, que consiste en conseguir polímeros naturales a partir de residuos agrícolas, celulosa o almidón; en este caso utilizan el mango porque la base de este plástico es almidón.
“La cáscara de mango tiene muchísimo almidón, entonces usando las cáscaras de mango que recolectamos con las señoras del mercado o en la calle, y a la vez estamos reduciendo la cantidad de volumen de residuos orgánicos”, nos cuenta Mariana.
Asesoradas por la profesora María Cruz, se encargan de recolectar las cáscaras y separar las maduras de las que aún están verdes, para posteriormente lavarlas y licuarlas, luego pasarlas por un filtro de sedimentación y decantar el agua.
Después, se tiene que dejar secar el almidón para tamizarlo y el resultado es un polvo, al que se le aplica una a prueba con una sustancia indicadora de almidón, y luego empieza la etapa de la elaboración de bioplástico.
Esta consiste en mezclar el almidón con agua, un ingrediente usado en los pasteles de fondant que se llama CMC o carboximetilcelulosa, glicerina, ácido cítrico y ácido acético, que tienen propiedades antioxidantes.
Dicha mezcla se vierte sobre la charola, ya que está seca se enrolla en unos agitadores de vidrio para darles forma, y de una placa salen 20 popotes, por lo que la materia prima es rendidora ya que solo se requiere un gramo de almidón por popote, obteniendo en promedio unos 180 gramos por cada dos kilos de cáscara, sumando que las cáscaras de esta fruta muchas veces se consideran basura, por lo que las locatarias se las regalan.
Es gracias a este proyecto que pudieron competir en concursos a escala global, nacional e internacional, por lo que se posicionaron como cuarto lugar o mención honorífica en el International Sustainable World – Energy, Engineering, Environment Project Olympiad (Isweep) en Houston, Texas.
Aunque tuvieron que competir contra proyectos de 62 países, se dieron cuenta de que tienen mucho en común con otros adolescentes, ya que todos se interesan por cuidar el medio ambiente, lo que las llevó a formar lazos de amistad y compañerismo que traspasan fronteras.
Según su asesora, María Cruz Jiménez, este tipo de prototipos demuestran el talento y creatividad de los jóvenes mexicanos y chiapanecos, por lo que la tecnología o los recursos no son una limitante para dejar en alto a nuestro país.
“Cuando se tiene la creatividad, imaginación y deseos de hacer las cosas, las limitaciones dependen más de uno mismo como ser humano, que de una cuestión tecnológica o de recursos”.
Plastimango todavía es un prototipo, aunque les gustaría elaborar con él platos, vasos u otros utensilios, aún les falta trabajar por el reconocimiento de la Norma Oficial Mexicana (NOM) para comercializarlo y diversificarlo, así como publicar la investigación en revistas científicas juveniles para darlo a conocer.