Editorial

8/mayo/2018

 

El PRI vive una de sus peores crisis derivado de la suma de diversos factores como son la gestión del gobierno federal, la exhibición de corrupción de los ex gobernadores priístas reclusos e investigados y la insistencia de apostar por que el pueblo olvida, lo que ha bajado sus índices de preferencia en el tercer lugar de los índices electorales con rumbo al 1 de julio próximo.

Pero es de culpar a José Antonio Meade?, ni al caso: su equipo de campaña no funciona, no eleva la expectativa política del candidato y esas son responsabilidades de Aurelio Nuño como coordinador de su campaña y que ahora heredó a botepronto René Juárez Cisneros como nuevo dirigente nacional priista.

Así como si se tratara de un acto de desesperación, fue sustituido Enrique Ochoa por René Juárez Cisneros, un priísta de rancio abolengo que viene de esos cuadros tradicionalistas y corporativistas del priismo: ¿la vieja guardia podrá con éste problema?

Igual es demasiado tarde para recurrir a la “experiencia”

Pero será suficiente para lo que se ha utilizado para atacar al PRI por los hechos de sus gobiernos en las tres esferas de poder: el tren México-Querétaro, los casos Odebrecht, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, los gasolinazos.

Pero la clase política y en especial el PRI no saben reconocer errores y jamás se disculpó ni por eso ni por los gobiernos estatales de escándalo que hicieron quebrar a decenas de miles de negocios principalmente familiares.

Y es por eso que no pocos se cuestionan si la soberbia y suficiencia política de las cúpulas al final es la responsable de ésta posible debacle del tricolor en 2018, que podría tener efectos incluso en municipios y distritos, incluyendo gubernaturas.