Tubo de ensayo

24/febrero/2018

 

René Delios

 

No es la primera vez que me asomo al tema tremendo de la delincuencia y sus consecuencias dañinas para la sociedad. No es tampoco la primera vez que me sorprende el morbo mediático que de esto deriva, que no es otra que la explotación por parte de los medios, generalmente electrónicos, de los hechos de sangre aprovechando el bajo nivel educativo e intelectual de nuestro pueblo, en aras de tenerlos enchufados a un canal u onda herziana mientras los hacen ver y oír chucherías publicitarias.

A esos medios, en el afán de lucro, no les importa el daño en imagen que le pueden generar a una localidad o a una entidad o a un país.

Así, en México padecimos alguna vez las consecuencias del amarillismo internacional con que la Organización Mundial de la Salud manejó la influenza humana sin medir el impacto en el turismo mundial -en año de crisis orbis-, generando el despido de 87 mil empleados -40 mil tan sólo en Cancún-, por la boca fácil de la secretaria general de ese organismo -que hizo más daño que la influenza misma-, quien señaló que en México había pandemia de esa cosa y no era – ni fue- para tanto.

Igual, con esa boca fácil, el gobierno federal perjudicó a la entidad con aquella publicidad que desplegó buscando desprestigiar el alzamiento indígena, y costó mucho trabajo cambiar la visión de la entidad en el mundo turístico y empresarial, para que volvieran a venir.

Así que por ese excesivo morbo amarillista en los medios algunas instituciones optan por dar la información de que se trate, hasta que tenga todos los datos precisos. Saben que no tiene caso censurarlo o dilatarlos demasiado, pues ya hemos visto lo que genera la especulación popular que inventa lo que no es, o las llamadas redes sociales con sus cientos o miles de portadores de la verdad, algunos de ellos con el afán de descargar sus resentimientos políticos más recalcitrantes, sin medir el daño social que en verdad generan con sus versiones más incendiarias que verídicas.

Así, los opositores al régimen de que se trate no aceptan los avances, lo que se haga en seguridad, desarrollo humano, desarrollo económico: todo está mal.

Aun los indicadores, como lo son los números de empleos e inversiones en éste sexenio de los más altos registrados.

Así, lo malo supera a lo bueno, desde luego, y lo minimiza.

Datos que de estar inflados se reflejarían en los índices delictivos y en el caso de Chiapas se mantiene como una de las más seguras de México, pero un hecho viral se manipula y de pronto la entidad es comparada con Veracruz o Guerrero.

Ni al caso.

Guerrero por ejemplo, tiene más de tres años con más de siete muertes violentas a la semana promedio.

Pero como el amarillismo es rentable, a hablar y a escribir imprecisiones.

Lo vimos en las primeras horas después del suceso tuxtleco del sismo, y no le echaron la culpa al gobierno porque no había cómo pero después, la corrupción se encargó de darle responsabilidad con las irregularidades en los apoyos a la reconstrucción.

Nadie, por ejemplo, hizo viral el asesinato de dos policías en el norte del país, y que los narcos subieron al facebook amenazando con asesinarlo y lo hicieron: nadie dijo que obviamente estaban comprometidos con la seguridad de su ciudad, su entidad y su nación o de la orden que les hayan dado, y lo demostraron dando su vida.

Y entonces me pregunto ¿Dónde están los organismos sociales y los radicales de teclado; dónde las cámaras de esto y aquello que no los han reconocido?

Ya están muertos, olvidados.

“Ni pex” -han de decir los tiras-, así es de indiferente “doña sociedad civil”.

En vez de reconocer esa entrega hasta morir, de sopesar los datos de conciliación, de la condición real de tranquilidad social no exenta de problemas, ciertamente, pero estable, aprovechan un solo hecho de sangre para minimizar todos los logros e incluso lo disfrutan: el daño a la imagen del estado es tremendo y eso solo afecta a los más pobres.

Los políticos llegarán el lunes a sus oficinas climatizadas.