Editorial

23/febrero/2018

 

La noticia de que México registró un nuevo récord en materia de turismo en 2017, con la visita de más de 39 millones de turistas internacionales, no es de menospreciar.

Hablamos de la tercera parte de los que habitamos éste país, que habitaron hoteles, consumieron en restaurantes, fueron a lugares populares y que de acuerdo a cálculos de especialistas dejaron una derrama económica por 21 mil 300 millones de dólares.

Es dinero, y bastante, aun distante de los 26 mil 993 millones de dólares que enviaron en divisas los connacionales desde Estados Unidos el año pasado, pero significativos de que nuestra nación ha ido creciendo en la preferencia del turismo internacional, y que éste año podría alcanzar los 23 mil millones de dólares.

Esto colocaría al secretario de turismo, Enrique de la Madrid –hijo de un expresidente de México- en el mejor que ha habido en el cargo.

Este funcionario solo se limitó a decir que mediante una estrategia de varias políticas públicas, el gobierno de la República ha dado impulso sin precedentes al desarrollo de la oferta turística en el país.

Si sorprendió que señalara que eventos como el desfile de Día de Muertos y el Gran Premio de México, realizados el año pasado, han fortalecido la posición de México como destino turístico y de entretenimiento, cuando son fechas determinadas por no decir agendadas.

En medio de esto aparece la compra de artesanías, en especial las llamadas “callejeras”, no posibles de cuantificar como el consumo de antojitos y otros tantos en régimen simplificado que no especifican consumidor, como en el caso del gran turismo, y en eso hablamos del llamado “mochilero”, contemplado en un cálculo somero.

Lo que si es cierto es que mínimo el 30 por ciento de la población económicamente activa, más de 10 millones de mexicanos viven directa e indirectamente del turismo, industria que ha crecido más que todo el conjunto de nuestra economía.

Ese dato debería ser suficiente como para que los que prestan servicios a clientes turísticos, incluso nacionales, mejoraran sustancialmente su calidad al consumidor, incluyendo desde luego a nuestra entidad, cuyo potencial al respecto ha sido reconocido por muchos especialistas como opción de desarrollo ya no tan colateral.