Tubo de ensayo

15/enero/2018

 

René Delios

 

Tampoco es para decir que hay una descomposición social en el estado; hay inconformidad desde luego, pero también mala lid: esos señores de Oxchuc o Chenalhó, abusan, como los normalistas en Tuxtla o San Cristóbal, o todos esos que queman autos o toman edificios públicos, y nada más les aplican la ley les arde la piel, y otra vez de nuevo a lo mismo para exigir la “libertad de sus presos políticos”.

La verdad esas acciones anárquicas y prepotentes que algunos celebran porque exhiben al gobierno, le hacen más daño a Chiapas que los errores propios del gobernante en su caso.

La descomposición social es otra cosa: es caos, ingobernabilidad; en Chiapas no pasa eso. Lo que sí pasa es que no se aplica la ley, y en ese exceso de tolerancia hay los que abusan, estando el problema en que se afecta a miles de terceros, y lo peor, por el enojo de unos cuantos: ¿O los cobro de paso en Oxchuc derivan de la inconformidad?

Así que ni al caso la referencia que usan muchos en las redes, porque no está sucediendo tal ingobernabilidad; no sucede ni en Guerrero y ni Veracruz, estados en donde sí se hace presente el narco con su sanguinaria estela de víctimas, en una franca violación al estado de derecho y a la vida, ante la pobre capacidad de respuesta de esos gobiernos de Astudillo y Yunes –que andan de siempre buscando qué distraiga el hecho de que nada más no han disminuido esa violencia-, que ya ameritaron el apoyo federal para bajar los índices de inseguridad locales tanto en el Puerto de Acapulco como el de Veracruz.

Pero no hay descomposición social en esas sociedades; eso es otra cosa que acaba con el tejido cotidiano, como sucedió después de la Independencia o la Revolución, y que dilata años en reordenarse.

Chiapas es un escenario distinto a la violencia desatada en el alto Pacífico y el centro del Golfo mexicanos, aunque no excluido de distribuidores de drogas en cuanto a que hay consumidores locales. Eso deriva a que de vez en vez aparezca un cuerpo con evidentes huellas de tortura, una que otra con tiro de gracia, relacionado con esa actividad ilícita. Pero nada que ver con siete o diez muertos diarios como son los índices de esas entidades en las costas del país.

Lo que llamamos violencia localmente deriva de la llamada “inconformidad social”, evidente en una entidad con rezagos tanto sociales como estructurales -o ausencia institucional-, en la que oligarquías económicas por un lado y los caciquismos políticos por otro –indistintas siglas; indistintos rostros-, siguen anquilosados y sin ningún otro compromiso que no sea medrar de posiciones para llegar a los presupuestos.

Corporativismo puro; no hay idea del bien común: está ausente la idea de fortalecer la democracia para promover la igualdad, la equidad, la transición y por ende, la transparencia.

Por eso a cada rato aparecen inconformes protestando por lo que usufructúa el otro, como es el caso de Oxchuc, en dónde dos cacicazgos se han disputado el poder municipal por años, y que en los medios informativos han inflado cuando ahí, no hay más que aplicar la ley incluso sobre los propios usos y costumbres de esos -y esas- indígenas prepotentes y abusivos.

Y me refiero a ambos bandos o mandos, como lo prefieran.

Se dice que es un pleito de faldas entre la alcaldesa María Gloria y la diputada Cecilia; bragadas –eso sí-, solo hay que convocarlas con la ley, la que lamentablemente no va a actuar sobre éstas, pues una es del PVEM y otra del PRI, partidos hermanados en lo cupular pero en franco choque en las estructuras municipales, en dónde las deserciones del tricolor se siguen sumando al verde, partido no sabemos si de moda porque Manuel Velasco gobierna, o porque en realidad la militancia priista e incluso de algunas izquierdas convenencieras, ven en realidad en el Tucán una propuesta social y de gobierno benéfica para Chiapas.

Me la quedo en que la ven solo para ellos.

O sea los mismos “unos cuántos” que de siempre han estado, solo que ahora con otra camiseta; vea los listados, las familias de dónde provienen: los mismos.

Pero esa es otra vaina a que se esté registrando una descomposición social en la entidad.

Esa visión la difunden los que, insisto, son parte de un paternalismo agonizante: a lo mejor la administración ya no quiere compromisos publicitarios o promocionales, menos mantener grupos u organizaciones parasitarias que no benefician en nada al estado y su civilidad –término que ni usamos, por ejemplo, y arrastran un cúmulo de intereses en dónde los retrogradas y demagogos es lo manifiesto.

En verdad ojalá la administración velasquista se decida por terminar con tanto paternalismo indígena –les ha tolerado demasiado, animando así a otros grupos, gremios a violar el estado de derecho- aun las declaraciones incendiarias de sus cabecillas, molestos porque no les están dando su varo -qué otra cosa es pues-, y solo falta que por ahí digan que el gobierno lo está guardando para manipular las elecciones, en algo que el IEPC debe estar atento, aun la regañiza que le propinaron a su consejero presidente desde palacio de gobierno, la vez aquella en que se quejó también que tampoco a ellos, los que organizan las elecciones, le dieron el millonaje completo.