Tubo de ensayo

3/enero/2018

 

René Delios

 

Es muy difícil que en un país en dónde no se practica la democracia se manifieste su transparencia de la nada.

Es como pensar en la honradez absoluta en los funcionarios o en la transparencia en las acciones de un gobierno independientemente de sus siglas; nuestra clase política es absorta al llamado de respeto a la decisión popular, aparte de que su participación es pobre en ese sentido, por la poca credibilidad en los partidos y sus propuestas electorales, pues mientras todos celebran sus triunfos y contrariamente los derrotados acusan los abusos del ganador, la participación cívica no es de las más altas y como sucede siempre los derrotados buscan revertir su derrota con impugnaciones o sea, ganar en los tribunales electorales lo que no pudieron en las urnas.

En la euforia de las designaciones que ya vienen, y ya ni se diga de las campañas y obvio la votación, nos olvidamos que una cosa es la propuesta triunfante y otra sus acciones de gobierno.

Tenemos tantos ejemplos de buenos candidatos que resultan malos gobiernos; que ganan por un buen porcentaje pero defraudan la confianza popular.

En campaña se prometen hasta las perlas de la virgen, y en los hechos, las deficiencias y faltas de cumplimiento a acuerdos, pagos a contratos se observan paulatinamente y así, por citar ejemplos, pasa en Chiapas en dónde el gobierno Verde es acusado de no liquidar cuentas, o en Guerrero, en dónde el PRI recuperó el gobierno pero no la tranquilidad social que prometió de ganar, para esa entidad, o en Veracruz, en dónde perdió la hegemonía el PRI y es la fecha que el PAN no logra revertir en nada lo que fustigó en campaña sobre violencia, corrupción y crisis financiera, y que decir de Michoacán, en dónde el PRD volvió al gobierno y la violencia sigue en sus poblados, y tenemos a Nuevo León, en dónde un candidato independiente alcanzó un histórico triunfo pero no logró un excelente gobierno tal lo prometió y con todo y eso, se lanza como aspirante independiente al gobierno de la República, en un exceso más derivado del entusiasmo que de la posibilidad de lograrlo.

De las misma manera en que se cuestiona que el PRI logre cambiar su forma de “ser” gobierno, en que se señala que el PRD no resultó la “Democracia ya; justicia para todos”, o un PAN que ya tiene su primer ex gobernador preso por corrupto, verdaderamente qué nos garantiza que otras expresiones políticas sean diferentes en honradez y capacidad de cobertura social.

Menos unidos en ternas partidistas como se ve ahora.

Desde luego que los triunfadores del nuevo partido MORENA, tendrá que demostrar eso, sobre todo luego de que una de sus aspirantes a alcalde en Veracruz, fue relacionada no solo por actos de corrupción, sino como una especie de recaudadora de fondos para la movilización de su dirigencia nacional, y que de pronto dejó de ser noticia en el entendido de que en México, la corrupción es galopante  y exhibe, a la vez, que en todas las siglas partidistas existen condiciones para caer en esas prácticas sucias.

¿O ya se les olvidó el suceso de la recaudación a favor de Morena?

Y así partido por partido, pasan la charola recaudando millones ilegales que bien pueden transparentar como donaciones al partido de que se trate, pero se lo “clavan” quienes lo reciben sin reporte a las dirigencias, si ese fue el motivo de la caída de la diputada veracruzana, usando según esto su presunta cercanía con el tabasqueño y se la creyeron.

Tenemos el problema que en éste país hay tanto influyentismo como chambismo; pago de facturas políticas de la que no está exenta ninguna sigla; lo vemos en las prácticas de algunos funcionarios inconscientes en el uso de los recursos públicos, y del impacto social que ello tiene, pero también en la deficiencia por colocar en puestos claves a quienes ni idea tienen de tal responsabilidad.

El proceder administrativo y político está viciado o lo envician.

Las volvimos a observar en las elecciones de Edomex y otras entidades en 2017, y volverá a suceder en 2018, vendrán las impugnaciones para que por enésima vez, se busque ganar la elección en los tribunales y no directamente del veto como lo señala la práctica democrática.

Todos impugnan, ya sistemáticamente, hasta los que no tienen ninguna posibilidad, con tal de perjudicar el triunfo del adversario –y más si es del PRI- o mínimo evidenciar la transparencia del proceso.

Con toda seguridad eso lo veremos nuevamente.