Editorial

19/enero/2018

 

Es importante que el presidente, Enrique Peña, reconozca que la pobreza sigue siendo uno de los mayores retos para México, pues es el origen de muchos de los problemas que enfrentamos como sociedad, incluyendo la falta de oportunidades que en no pocos casos deriva en delincuencia.

Así, en un estudio reciente, el 76% de la población de 18 años considera que vivir en su ciudad es inseguro, de acuerdo la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Inegi, realizada en la primera quincena de diciembre de 2017 y publicada el pasado miércoles.

Las ciudades con mayor percepción de inseguridad fueron Reynosa, Chilpancingo, Fresnillo, Villahermosa, Coatzacoalcos y la zona norte de la Ciudad de México.

En contraste, las localidades con menor percepción de inseguridad fueron: Mérida, Puerto Vallarta, Saltillo, Piedras Negras, San Francisco de Campeche y Durango.

Ni en la una y ni en la otra de más y menor inseguridad aparece alguna ciudad chiapaneca de acuerdo a ésta encuesta del Inegi en jóvenes.

Sobre Chiapas y sus ciudades, la propia gente ha cerrado tiene años sus puertas: es raro ver domicilio con puertas abiertas a la calle como era no hace dos décadas, y ciertamente no la constante pero si los hechos, suenan demasiado por móviles absurdos como para privar de la vida a una joven mujer, como el caso tremendo de Gloria Castellanos, a quien por dos celulares y una tarjeta de crédito, asesinaron hace unos días.

Ese crimen conmocionó a la capital del estado, y las reacciones en las redes y la participación ciudadana no se hizo esperar, en una marcha de protesta por los feminicidios que no descienden en Chiapas, aun llamada por las autoridades entidad de las más seguras.

El punto es que estos sucesos no dan credibilidad a eso en la precepción pública, aun la celeridad con que, la verdad, se dio con los responsables.