Editorial

16/enero/2018

 

Evidentemente las precampañas presidenciales se roban los titulares, y en las nueve entidades que renovarán gobernador, igual, deslizando otras postulaciones a segundo término mientras al interior de los partidos por esos puestos a elección popular hay efervescencia, en especial a las legislaturas federales.

Ya es ley el reparto de candidaturas equitativo en hombres y mujeres: cincuenta y cincuenta por ciento a cada género, con el anexo de que cada formula va con iguales: mujer propietaria y suplente propietaria –para evitar “juanitas”, igual para hombres.

Ciertamente la escasa postulación de las mujeres provocó que la equidad de género se convirtiera en ley, y en los primeros intentos para ello, en los partidos las mandaban a las candidaturas difíciles, con menos oportunidades de triunfo.

No es mentir que el priísmo, jugaba postulando mujeres con esa estrategia e incluso como candidatas a gobernadoras, hasta que empezaron a ganar. A partir de ahí fue el que más senadoras y diputadas colocaba en las cámaras, aprovechando esa generación de mujeres ganadoras que incluso han presidido esos recintos legislativos.

Pero ni con eso era suficiente.

Hubo que hacerse ley y aun con eso, se dieron situaciones tramposas que obligaron a su aplicación, siendo uno de los casos más sonados el de Chiapas, en las elecciones municipales de 2015, que arrojó la determinación de suspender a los consejeros ciudadanos del IEPC estatal en aquel entonces.

¿Cómo andarán ahora esas postulaciones en los partidos, en especial en los urgidos por ganar?

¿Mandarán a mujeres a zonas de derrota o le van a entrar parejo con mujeres con experiencia y posibilidades de triunfo?

Es cosa que está por conocerse en semanas, cuando los listados de registro sean conocidos.