Las crónicas de un continuo despertar

22/diciembre/2017

 

Arít León Rodríguez

 

Hace unos días nos cimbramos con la noticia de un doble feminicidio. Un sujeto mató son piedad a su pareja sentimental y a su niña de 4 años, en la colonia Albania baja.

El modo, escalofriante.

Detallarlo es innecesario puesto que el sentido real es que lo que importa de esta mención es en efecto mencionar que en este país nos matan con suprema facilidad y luego alegan cualquier tipo de situación demencial.

Lo terrible es que una niña murió y su muerte pudo haber sido evitada y prevenida. Evitada por los vecinos, que, al primer momento de violencia, debieron llamar a las autoridades, las cuales debieron acudir y fichar al agresor, para informarle que su libertad dependía de su comportamiento.

Pero no sucedió y, como en muchos casos las manos señalan a la madre hoy muerta como responsable por no alejarse, por permitirlo, por no denunciar.

Siempre las agredidas terminan siendo responsables del caos y la muerte. Las veces que muchas mujeres no han sido correctamente atendidas y orientadas son mandadas al matadero de nuevo a su domicilio, con una sensación de vacío y temor, porque no solo son víctimas de violencia física, si no que las someten por medio de la violencia patrimonial y económica.

No es sencillo.

Viven desde infantes preparándose para ser amas de casa. Sin acceso a la educación de manera plena, las niñas no reciben instrucción adecuada y acceso a los medios que le permitan especializarse a plenitud en un oficio dignamente remunerado.

Tampoco existe educación sexual, psicológica o legal. No conocen su cuerpo, como cuidarlo, como evitar embarazos y contagios, como cuidar su identidad y defender sus derechos.

Formamos una horda de mujeres preparadas para vivir entre cuatro paredes y cocinas, partos, idas al mercado y escuelas. Sin libertad para expresar su hartazgo o cansancio, muchas consideran que las ideas de libertad, de abandonar ese modo de vida, son ridículas.

Mujeres que piensan que ya están en pareja, y –gracias a Marga López y todas esas películas trágicas de los años cuarentas tanto reproducidas por Televisa- las mujeres deben tolerar y soportar lo que sea. Mujeres que terminan muertas.

Muertas por la inactividad social, por el desinterés genuino de las autoridades, por la falta de educación, porque en lugar de educar a las generaciones venideras, las rellenan de basura televisiva, porque en lugar de invertir en capacitación y entornos adecuados para el desarrollo nos restriegan en la cara cajas con despensas caducas y miseria empaquetada.