Editorial

14/diciembre/2017

 

Ya Ricardo Anaya es precandidato en la Coalición electoral PAN-PRD-MC, por la Presidencia de la República; antes de lograr eso rompió con el PAN de Vicente Fox y de Felipe Calderón a quienes acusó de haber sido parte de la corrupción priísta, al momento de renunciar a la dirigencia nacional de su partido, como requisito obligado para sus aspiraciones.

Anaya recurrió al método otrora usado por los priistas con sus candidatos presidenciales, quienes simulaban romper con su antecesor para legitimar su triunfo aunque todos supieron de siempre que fue asegurar la permanencia del régimen y el sistema.

Es así que ahora Anaya acusó a Vicente Fox de dejar intocado el viejo régimen anterior, y no actuar frente a tramas como la del Pemexgate donde, afirmó, había claras pruebas de una transferencia ilegal de mil millones de pesos de Pemex al PRI. Al ex presidente Calderón –de quien fue subsecretario de Turismo-, le imputa haberse aliado con Elba Esther Gordillo a través de quien se acercó a corruptos sectores del PRI.

El “chico maravilla” –como le llaman- ya olvidó que él fue acusado de enriquecimiento inexplicable, el que nunca explicó.

Y no oculta opulencia pues la presentación de su precandidatura fue espectacular, en un acto realizado en un salón del World Trade Center con la asistencia de 11 gobernadores del PAN, una importante representación de alcaldes del blanquiazul y viejos liderazgos como Diego Fernández de Cevallos así como dirigentes del PRD como Jesús Ortega.

Anaya desde luego, arremetió contra el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, del cual era aliado hasta hace unos meses y con quien el PAN fue un eje central dentro del Pacto por México, pacto que produjo 13 reformas estructurales criticadas hoy por Anaya.

¿Y luego?

El problema de éste tipo de posturas a conveniencia -“Este gobierno priísta ha sido un absoluto desastre nacional… lo bueno es que ya se van”, dijo del gobierno de Peña-, es que buscan más la notoriedad que las soluciones.

Es por ello que en la Coparmex o el Consejo Coordinador Empresarial no lo apoyan a él y sí a Meade, al olvidar que el reconocimiento no solo está en los logros, sino en la forma de realizarlos, de conseguirlos.

Y Anaya ha sido poco ortodoxo, incluso poco ético: a la militancia le debe explicaciones políticas y gremiales específicas y no son pocas las corrientes cupulares que se están negando a apoyarlo.