Tubo de ensayo

15/noviembre/2017

 

René Delios

 

Decía Lord Acton que el poder –y más del prolongado en el mismo lugar- corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Hay dos ya pintadas en México: dictadura y un partido por mucho tiempo en el poder; de ésta última deriva la frase contundente de Vargas Llosa: “México es la dictadura perfecta”, referida durante la administración de Carlos Salinas en una visita del escritor peruano -ahora español- a México en 1990, a invitación de Octavio Paz, para el debate “El siglo XX: la experiencia de la libertad”, en que se hablaría de Europa del Este.

Muy distinto al entonces, nuestra dictadura perfecta es hoy la clase política toda, engarbada en cruce de intereses cuanto no partidistas como políticos y hasta familiares, que se superponen a la democracia y transparencia y a los intereses de los militantes y por ende, ya en el poder, de los ciudadanos.

Como vemos, en esa clase política siguen la misma “disciplina” indistinto partido: abuso del poder y desde luego el enriquecimiento ilegal e ilícito o en general, de las autoridades; el favorecimiento a organizaciones o grupos a las que están integrados los que mandan, aunque no se beneficien personalmente como es el caso del nepotismo o el tráfico de influencias para otorgar obras a familiares o sus conexiones.

El llamado tráfico de influencias, que es la columna vertebral de la corrupción.

Así, la impunidad y lo deshonesto atentan todo el tiempo en contra de los recursos económicos en torno a una gestión pública que, incluye recursos humanos y materiales, sean guaruras, empleados, unidades y otras cosas propiedad de los gobiernos a beneficio de los funcionarios.

Y más en los puestos de decisión, esos de hasta arriba, y en dónde se ven impolutos, buenas gentes, intachables.

Es aquí en dónde aparece el otro factor, el corruptor, que como ya se mencionó pueden ser los empresarios que, negocian ganancias extras que, le comparten al funcionario en lo que conocemos como “diezmo” y éstos se recuperan bajando la calidad de obra impunemente, sacando lo que dieron y ganancia extra.

Y se dice de muchas: soborno, peculado, extorsión, concusión, tráfico de influencias, valimiento, abuso de información privilegiada.

La gente solo los llama tranzas, bandidos, rateros.

Dicen analistas que “En el campo jurídico es necesario constatar, además, la tendencia tan importante del actual derecho comparado consistente en la producción de leyes nacionales anticorrupción –como la que impulsaba Peña, digo, porque como que ya no le echa ganas, al estar atorada en el legislativo sin fiscal- de diferente tipo. Esta multiplicación y auge de leyes contra la corrupción, es de una convergencia tan generalizada en la actualidad, como para hacer que la corrupción no sólo sea política en cuanto que en ella estén envueltos políticos, sino también en cuanto que los políticos ya no pueden prescindir de producir políticas y normas contra ella –ante la presión social- y que estas políticas y normas crean fuertes restricciones al actuar político”.

Una de esas es: ¿Por qué los gobernantes pueden, discrecionalmente usar o disponer a modo de los recursos públicos?

La otra: estamos sin fiscales en la General de la república en dónde hay un encargado, sin el de la Fepade y sin el de la fiscalía anticorrupción, pero no pasa nada, mientras la nación es resonancia de violencia y muerte.

Es tan amplio éste campo de discusión que no se termina en éste espacio, para hablar de ésta especie tan depredadora como lo es el rescoldo que queda de aquella “dictadura perfecta” que hoy nos gobierna.