Editorial

17/noviembre/2017

 

Crece la incertidumbre sobre el posible para el PRI, en medio de la polémica que los propios priistas, maestros del mediatizaje, generan desde todos sus frentes, dando a entender o descalificando: es momento de hacer sonar que el partido tiene varias opciones, contrario a las otras expresiones que se limitan a uno o dos a lo más.

Así que es tiempo de las especulaciones y adivinanzas en el tema, entreteniendo a los medios, llamando la atención de los analistas, generando el chisme.

Solo que contrario a ahora, los priistas recurrieron al esquema de los tecnócratas, ya que con antelación se supo los nombres de quienes encabezarían la propuesta tricolor en los comicios de 2000, 2006 y 2012.

Francisco Labastida Ochoa, Roberto Madrazo Pintado y Enrique Peña Nieto, fueron nombres conocidos con mucha anticipación, aun el sinaloense y el tabasqueño surgieron de un supuesto proceso interno y –ya la sabe- democrático, que generó resquemor, mientras que el tercero no tuvo competencia, y se dio por el otro método de iguales dudas: candidatura de unidad.

Hay algo cierto y en foco rojo: para 2018 los priistas son gobierno –como en 2000, que perdieron-, los priistas están lejanos en las encuestas del favorito electoral, y ocupan un tercer lugar después del que será abanderado de Morena, Andrés Manuel López Obrador y del que sería el Frente Unido por México, sin importar el nombre del abanderado de uno y otra alianza.

Esta situación proyecta que aunque le salga caro, el priísmo tendrá que ir con el Partido Verde y eventualmente con Encuentro Social y Nueva Alianza, pero sobre todo con un candidato atractivo, sin antecedentes turbios, pero que tenga apoyos.

Si se observa eso, igual se rompen estos modos de especulación y se clarifica mucho antes del 14 de diciembre, quien es el candidato priista.