La fundadora de la marca surfera Roxy confiesa que formó parte del harén de un millonario saudí

24/octubre/2017

Probablemente el nombre Jill Dodd no te diga nada, pero es la mujer a la que le debes todos tus bikinis de adolescencia. Dodd fundó en 1990 la marca de ropa surfera Roxy, la versión femenina de la firma Quiksilver.

Lo único que sabíamos hasta ahora de su etapa anterior a la de empresaria era que Jill había trabajado como modelo durante los años 80. Sin embargo, ahora hemos podido conocer algunos detalles bastantes sorprendentes de su juventud gracias a una entrevista de 60 minutos con una TV de Australia.

Dodd tiene ahora 50 años.

Según ha explicado en la entrevista, la empresaria, actualmente casada y con tres hijos, formó parte del harén del multimillonario saudí Adnan Khashoggi’. O, en sus propias palabras, fue una de sus múltiples “esposas de placer”.

A principios de los años 80, Dodd era una joven de 21 años que trataba de buscarse la vida en el mundillo de la moda en París. Conoció a Khashoggi’ en una fiesta en la Riviera Francesa, durante un baile.

“De pronto, mi pareja de baile paró, cogió una silla y la tiró al fuego. Cogí una e hice lo mismo. Nos reímos y nos abrazamos de golpe como si fuéramos dos imanes, dando vueltas frente a las llamas”, explica Dodd.

“Mareada y sin aliento, finalmente me senté. Mi nuevo amigo me miró a los ojos y con ternura me subió la manga y utilizó su dedo para escribirme ‘te quiero’ en color rojo sobre mi antebrazo. Me costó un minuto darme cuenta de que era sangre. Por accidente, o no, se había cortado con un trozo de cristal”.

Al día siguiente, el hombre misterioso la invitió a pasar el día en su yate. Por aquel entonces, el Nabila —con sus 83 metros de eslora— era el barco privado más grande del mundo. Se trata del mismo yate, además, que aparece en el clásico de James Bond Nunca digas nunca jamás, el mismo que posteriormente perteneció al sultán de Brunei… y, claro, el mismo que acabó también en las manos de Donald Trump.

Khashoggi tenía una esposa oficial, pero al parecer tenía permitido tener otras once “esposas de placer”. Pocas semanas después de conocerla le ofreció a Dodd que fuera una de ellas. Ella no dudó en aceptar.

Su vida era una fiesta sin fin: cenas llenas de exceso, fiestas de lujo y ropa de alta costura. “Nos encerrábamos en la habitación durante días y hacíamos el amor, comíamos la comida que nos traía el chef, esnifábamos cocaína, dormíamos cuando queríamos y cuando no queríamos no dormíamos”, explicó Dodd.

Dos años después de comenzar su romance, el multimillonario saudí le ofreció a Jill pagarle sus estudios en una de las escuelas de diseño de moda más prestigiosas de Estados Unidos, algo que le permitió posteriormente fundar su empresa.

Un tiempo después, Dodd decidió acabar con la relación al no acabar de sentirse demasiado “cómoda”. Pese a todo, Dodd asegura que jamás se ha percibido a sí misma como una “puta” por aquello.

“Nunca perdí mi independencia, ni mi ambición o creatividad cuando estaba con Adnan. No me arrepiento de nada”.