Editorial

17/octubre/2017

 

Lo que debió ser solo un comentario simple, fue motivo de análisis y concienzudas críticas, por la serie de fotos que algunas legisladoras se tomaron con Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, en su reciente visita al país.

Mucho fue el espacio que se desperdició en el tema, y en no pocos espacios radiofónicos y televisivos, igual, se ocupó tiempo en ese sentido, e incluso hubo periodistas que no se midieron por el hecho de que, una periodista, Maru Rojas, posó con el primer ministro y el presidente de México, en una gráfica.

Las legisladoras federales fueron cuestionadas de aldeanas, y eso que la acción fue ya después de una visita protocolaria.

El punto es que si Trudeau no hubiera querido, con un saludo y una sonrisa, no pasa nada y el hecho queda en lo que fue: un anecdotario.

Pero nos hemos ocupado mucho en la explotación del morbo; en destacar lo que no tiene importancia, y desde luego explotarlo en lo más posible ante una opinión pública que consume todo lo que sea de exhibición de la clase política, en éste caso unas legisladores federales.

Fue Justin Trudeau quien invitó a la periodista -que es de lo más profesional- a tomarse la foto.

Eso fue suficiente para que la gráfica circulara por las redes sociales y mereció, que varios periodistas señalaran el mal momento y censuraron la acción de la colega, como si ésta fuera la primera comunicadora que se toma una foto con un personaje, sea político, histriónico, intelectual o empresario de éste u otro país, y seguirá siendo eso, un anecdotario, solo importante para quien solicita la foto, y sobre todo los periodistas que tienen la oportunidad de conocer o entrevistar a tantos personajes en su vida profesional.

Así que no era para tanto.